El día de hoy el juguetero ha despertado con dolor de panza. Es tarde, otra
vez. El ruidoso sonó hace mucho tiempo, pero el juguetero continuó dormido. Está
enojado.
“Pronto construiré un nuevo ruidoso. Aun más ruidoso. Con ojos para ver si
sigo dormido. Y si así fuese que insistiera hasta lograr despertarme. Con ruido,
con agua helada, luz a la cara, electrochoques si fuese necesario. Y si nada
funciona: que me catapulte cama-afuera. Quiero que sea cuan preciso como
cualquier patrón nacional. Aunque si nos referimos al patrón de tiempo mexicano:
tal precisión no sería muy prodigiosa.
Además, quiero que se sincronice con
el cambio de horario. Que su fuente de energía sea barata, abundante y que su
impacto ambiental sea mínimo.”
“Pronto estará listo. Ya tengo la mayor parte de los diseños y los materiales
para construirlo. Pero no es perfecto aún. Debo seguir trabajando.”
“Bastante cansado me siento. El niño se ha vuelto extremadamente demandante.
Él sólo quiere jugar, pero cada día quiere un juguete diferente.”
Al juguetero le gusta hacer juguetes, es muy bueno en eso y busca siempre la
perfección.
El juguetero sería feliz al cumplir las exigencias del niño. Pero
no puede con todas al ritmo en que son solicitadas.
El juguetero tampoco
podría dedicar su vida sólo a construir juguetes. Como el niño, despierta cada
día con una idea nueva. Sus intereses son diversos y no seguiría nunca una
rutina.
El juguetero no obedece a nadie. Ni al niño, en ocasiones ni a sí mismo. Es
un hombre libre y pobre de dinero.
Grandes científicos como Charles Darwin
nacieron ricos y nunca tuvieron que trabajar por un sueldo. No así el bastardo
de Leonardo. En el caso de Johannes Kepler: él siempre fue un científico
errante.
Aun todos ellos parecen tener algo en común: sus investigaciones
nunca tuvieron fines de lucro. Amaban lo que hacían y eran felices con eso.
Por otra parte, Gepeto: al menos él tenía su casa y un taller de carpintería.
Además de un muñeco de madera animado por arte de magia, literalmente.
A
esto: ¿por qué Gepeto quería un “niño de verdad” teniendo un muñeco parlanchín?
Eso si es algo insólito. Probablemente el muñeco era igual de demandante que el
niño. Pero era un muñeco: no comía, no defecaba y era incapaz de enfermarse.
Supongo eso como grandes ventajas sobre el “niño de verdad”.
… Nunca he comprendido a Gepeto. Pero tampoco al juguetero.